Historia

Inauguración

Crónica de la inauguración

Fragmentos del Discurso Inaugural

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Una nueva voz de siglo en el cuadrante:

la mañana del lunes 14 de junio de 1937 amaneció nubosa. Antes de que la luz invadiera el meridiano, los habitantes de la capital ya conocían la noticia impresa en las páginas de todos los periódicos: esa noche, la Universidad Nacional Autónoma de México inauguraría su estación de radio, “operada por universitarios”. El suceso causó expectación no obstante los tres lustros que habían pasado desde que el médico militar Adolfo Enrique Fernández lograra la primera transmisión radiofónica desde los bajos del legendario Teatro Ideal. Sin embargo, ahora se trataba de algo distinto que vendría a determinar el manejo de la radio cultural en la sociedad mexicana.

Ya no era la fervorosa y memorable transmisión de unos experimentadores de radiotelegrafía. Se trataba de una emisión profesional desde un aparato con frecuencia de onda de 1170 kilociclos, cuyo alcance posibilitaba la sintonía desde cualquier punto de la bulliciosa México-Tenochtitlán.

De esa manera, la XEXX surgía como otro modelo de comunicación por radio. No era una más entre las empresas comerciales donde destacaba la “W” desde septiembre de 1930; ni otro tipo de radiodifusión oficial en la cual el Estado mexicano tenía sólida experiencia —y una cadena nacional programada por el Departamento Autónomo de Publicidad y Propaganda (DAPP)—, sino un proyecto educativo que difundiría “una obra cultural y pedagógica de excepcional interés”.

Mientras, había que esperar. Dar tiempo para encender los toscos aparatos, y si los radioescuchas tenían alguna dificultad con sus receptores ahí estaba El manual del radio experimentador, del ingeniero Agustín Riu, editado por El Universal, disponible para resolver cualquier desperfecto.

La inauguración de Radio Universidad Nacional comenzó como estaba previsto. En punto de las ocho, el Anfiteatro Bolívar, recinto de los actos solemnes de la venerable Escuela Preparatoria, se hallaba colmado por una masa expectante. Había gente por todos lados: se ocupó la sillería que los encargados dispusieron generosamente para el acto, se llenaron los pasillos, las entradas y salidas y hasta el piso sirvió de incómoda platea.

Era una verdadera multitud de universitarios, quienes no vieron —ni quisieron ver tampoco— los avisos colocados intencionalmente en mamparas y pizarrones “firmados por el señor don Alfonso Bravo, tesorero de la Universidad, que anunciaban la cancelación de las inscripciones de todos aquellos alumnos que el día 17 no se hubieran puesto al corriente en el pago de sus colegiaturas”.

Minutos antes, el lugar que se había destinado para estrado de honor, fue ocupado por el rector, licenciado Luis Chico Goerne, a quien acompañaba el señor José Hernández Delgado, oficial mayor de la Presidencia, en representación del primer magistrado de la nación, General Lázaro Cárdenas.

Asimismo, tomaron su lugar el licenciado Juan José Bremer, oficial mayor de la institución; el licenciado Salvador Azuela, jefe del departamento de Publicidad; el licenciado Rafael López Malo y el tesorero Bravo. En las filas siguientes estuvieron la mayoría de los directores de facultades, escuelas e institutos universitarios, entre los que se encontraban el licenciado Emilio Pardo Aspe, director de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales; el profesor Manuel García Pérez, director de la Escuela Nacional Preparatoria; el profesor Isaac Ochoterena, director del instituto de Biología; el ingeniero Enrique O. Aragón, exrector, y cientos de estudiantes.

Apretujados e impacientes, nadie comentaba ni recordaba siquiera que esa tarde a las 5:24 un temblor oscilatorio de 30 segundos de duración había sacudido a la ciudad con alma de gelatina.

sismo

De pronto, el joven y delgado abogado Alejandro Gómez Arias, quien usaba una acicalada melena echada hacia atrás, se acercó a los voluminosos micrófonos enfundado en un tuxedo oscuro. Saludó y empezó diciendo: “En nombre del rector declaro inauguradas las audiciones de nuestras estaciones transmisoras, y aprovecho la oportunidad para decir unas cuantas palabras a fin de justificar el esfuerzo de la Universidad al llevar su voz de cultura a todas las clases sociales.

En esta forma, la Universidad hace oír nuevamente su voz de siglos, la labor de su cuerpo colegiado, de sus médicos, de sus abogados, de sus ingenieros, de todos sus catedráticos, de los que sirven al país del que la Universidad es esperanza y quiere ser un ejemplo”. 
“La Universidad Nacional aprovecha en esta ocasión, una de las maravillas de la técnica moderna: el radio, que no sabe de distancias, que no tiene bandera y que está al servicio de la humanidad”.

Puntualizó que nuestra Alma máter tenía "un amplio programa de extensión cultural por medio del radio", no sólo para México, sino también para el extranjero, y envió un saludo a las comunidades universitarias de provincia. El auditorio en pleno se congratuló por "la palabra elegante, justa y breve del licenciado Gómez", por aquello de bueno y doblemente bueno, si es breve.

Sin más preámbulo, se dispuso que el concierto programado diera principio: el Trío Clásico de la Universidad, integrado por los notables artistas Santos I. Carlos, Ezequiel Sierra y Domingo González, quienes interpretaron de manera magistral un trío de Beethoven, hizo que se escuchara la primera ovación del público.

Las bodas de Fígaro, de Mozart —aria del paje Cherubino a la condesa— fue el segundo número a cargo de la brillante soprano Celia Teresa Pin, que al final también fue objeto de cálidos y nutridos aplausos.

Al piano estuvo Juan D. Tercero. “La Orquesta Sinfónica de la Universidad, admirablemente dirigida por el maestro José F. Vázquez, ofreció una delicada interpretación de la Sinfonía Inconclusa de Schubert, que le valió cerrada ovación. La orquesta también ejecutó al final los Preludios de Liszt, bajo la dirección del eminente maestro José Rocabruna, misma que provocó gran entusiasmo del público”. “Un triunfo estruendoso alcanzó la genial y precoz violinista Eloisse Roessler. La niña ejecutó con prodigiosa técnica y admirable temperamento el Preludio y el Allegro de Paganini-Kreisler, y la Ronda de los duendes, y se vio obligada a bisar, en medio de sendas e interminables ovaciones y vivas”.

Al día siguiente, tal y como lo deseaba Gómez Arias, el país escuchó y juzgó a la XEXX: “Un programa de concierto digno de las mejores estaciones europeas”, destacó Armando de María y Campos (Radiolo) en su columna “Radiofonía” de El Nacional. El Novedades fue más extenso: en su espacio editorial titulado “Lo que piensan las mayorías”, se sumaba a los comentarios: “No puede pasarnos desapercibido un acontecimiento de tan gran importancia para la cultura del país”. Recordaba con evidente nostalgia las conferencias de sociología que el maestro Antonio Caso dictó por la vieja Radio Educación y se lamentaba del distanciamiento habido entre la Universidad y la Secretaría de Educación. “Esto evidencia —continuaba el editorialista— la necesidad que tenía la Universidad de poseer una estación radiodifusora propia”. Sin embargo, Novedades no olvidaba la discusión en torno a la educación socialista; tomando providencias defendía su posición: “Por ningún pretexto la política debe intervenir en el funcionamiento de la radiodifusora”.

El Universal Gráfico también dio muestras de regocijo por la nueva estación y en la primera plana y en sus páginas centrales editó varias fotografías del concierto.

Alfredo Ramírez D., articulista del semanario Hoy, fue más sereno y complaciente: “La casa máxima de cultura nos ofreció un magnífico programa... su primer concierto fue brillante, de una calidad tal que, confesamos, nos hizo pensar que escuchábamos una difusora norteamericana o europea, y de las mejores. La oímos y su voz se dejó escuchar clara... la transmisión de su sonido nos hizo apreciar en toda su magnificencia el programa inaugural. Para ser sinceros debemos decir que no estamos acostumbrados a oír, por radio, música como la ofrecida aquella noche.

No dudamos que la primer labor verdaderamente cultural que desarrolle el radio en nuestra patria será hecha a través de los micrófonos de la XEXX”.

Los recursos de la Universidad eran limitados. No obstante, se adquirieron dos transmisores Collins, Western Electric, uno de onda larga para la XEXX y otro de onda corta para la XEYU, “que eran en esa época lo mejor que se podía conseguir”, y “con muchos trabajos se compró un piano, excelente por cierto, y empezaron a trabajar”.

El ingeniero Ignacio Díaz, especialista en electrónica y nieto de Porfirio Díaz, montó la estación en el estudio de la calle de Justo Sierra 16, en dos cuartos del primer piso. “Uno de ellos servía básicamente para bodega y oficinas generales; en el otro se ubicaba la parte medular de la estación en cuanto a aparatos y estaba subdividido por una estructura más pequeña en tres zonas: una de ellas era la cabina de control, otra la cabina de locución y el resto un estudio pequeño” donde ejecutaban sus intervenciones los pequeños conjuntos musicales invitados.

"“La planta difusora se estableció en la antigua escuela de Ciencias Químicas, en Popotla, sobre unos tejados de lámina, rodeada de una arboleda espesa, lo cual hacía que la estación” tuviera dificultades en la captación. Además,”la antena era un alambre que colgaba de un edificio a otro”.

Quizá por esas limitaciones la fecha programada para la inauguración de la radiodifusora se estuvo dilatando. Primero se anunció para el 18 de febrero de ese mismo año; más tarde, se dispuso para el 12 de junio y finalmente para el 14 de junio de 1937.

Pronunciado en México, D. F., el 14 de junio de 1937 por Alejandro Gómez Arias. "En nombre del rector, declaro inauguradas las audiciones de nuestras estaciones transmisoras. De esta forma la Universidad hace oír nuevamente su voz de siglos, la labor de su cuerpo colegiado, de sus médicos, de sus abogados, de sus ingenieros, de todos sus catedráticos, de los que sirven al país del que la Universidad es esperanza y quiere ser ejemplo...”

"Tiene (la Universidad) un amplio programa de extensión cultural por medio de la radio... no sólo para todo el país, también para el extranjero...”

"Envío un saludo a las comunidades universitarias de provincia. A ellos nos dirigiremos para llevarles el dato científico más reciente, la voz de nuestros mejores profesores, las bibliografías más notables y cultas.”

"Nuestras estaciones estarán al servicio del país para el intercambio de ideas políticas y sociales. Por ellas podrán transmitirse todas las tendencias, todas las ideologías pues nuestra labor es para servir desinteresadamente a las clases imposibilitadas de congregarse aquí. Estaremos pues, al servicio de la cultura y al servicio del arte.” "...la forma de este nuevo servicio de enseñanza y arte (se realizará) tratando de dignificar la música y no de envilecerla...”

"(la radio) se vuelve contra el hombre al transmitir música que degenera y envilece.” “Por eso, las estaciones universitarias transmitirán las grandes obras musicales de todos los tiempos pero también las melodías anónimas del pueblo, armoniosas y cristalinas cuando son auténticas.”

"En alas de ese instrumento prodigioso, la Universidad Nacional se ofrece al país, queriendo que se le escuche y se le juzgue".

Alejandro Gómez Arias

discurso